Dentro de las facultades de las cuales goza el ser humano, gracias a su condición de animal racional, está la de discernir cualidades y el estado de las cosas. Sin embargo, estas habilidades por sí solas no le diferencian en gran medida de las otras criaturas, cuyos sentidos les permiten también discernir y percibir en incluso mayor detalle estas cualidades. Y es así que, mediante la atribución de un valor a estas características es que el ser humano se diferencia principalmente de los otros seres vivos, en tanto el valor atribuido a estas cosas es prácticamente subjetivo en su totalidad.
Ahora bien ¿Es posible que, dentro de estos valores atribuibles a lo perceptible y a lo conjeturable, haya forma alguna de establecer un absoluto por sobre todos los demás? “Perfección” es la palabra que responde a esto, y aquello que presenta dicha cualidad se dice que es “perfecto”. Pero ¿Qué es perfecto?
Perfecto es aquello en lo que se puede reconocer la perfección, pero aun así esta definición no satisface la duda de ¿Quées “perfecto”? La perfección de por sí es más fácil de dimensionar como un absoluto, como el punto culminante de alguna cosa. Ahora, hallar ese punto culminante es otro problema por sí solo, pues con absoluta certeza no se ha establecido prácticamente nada, reduciéndose a leyes que en el fondo siguen estando sujetas a la duda y a la obsolescencia ante posibles descubrimientos futuros que reformulen los límites previamente estimables por el ser humano.
Entonces, lo “perfecto”, desde un punto de vista más científico, vendría siendo un absoluto del cual no se tiene certeza y del cual no se conocen métodos para alcanzarlo. Más bien, se presenta inalcanzable por cualquier medio concebible.
Ahora, metafísicamente hablando, se puede pensar en lo “perfecto” como aquello cuyo valor es el máximo. A cualquier cualidad o cosa se le puede adjuntar el prefijo “perfecto” ante él y así se conseguirá crear un nuevo concepto inalcanzable y culminante dentro de su significado, sin la necesidad de alterar en forma alguna su significante más que con una palabra ahora antepuesta. De este modo podemos encontrarnos con, por ejemplo, un perfecto mentiroso, un perfecto salto, un perfecto caballero, una perfecta conjetura, entre otros ejemplos fácilmente elaborables.
Si bien podemos pensar en lo perfecto con una aparente facilidad ¿es posible imaginarlo? Al tratar de pensar en cualquiera de los ejemplos utilizados con anterioridad nos hallaremos con que una vez pensado en nuestro modelo de “perfecto”, eventualmente se nos hará venir alguna manera de mejorarlo en relación a su estado anterior, por lo que, lo que en un principio consideramos perfecto, no lo era en realidad, en tanto cupo la posibilidad de mejorarlo, y lo perfecto es inmejorable, por ende se podría asumir que nuestro concepto de “perfecto” estaba errado. He ahí otro problema más: “nuestro” concepto. Lo perfecto es algo que no puede estar sujeto a las subjetividades de cada individuo que lo piense, sino que es un máximo, el epítome desde la perspectiva que se le mire, donde cada factor concebible para su constitución converge para no dar lugar a otro que se le equipare, puesto que al momento que se halla algo que se sitúa como par de aquello “perfecto”, este mismo dejó de serlo.
De esta manera se desprende que la misma existencia de un “perfecto” sería una contradicción de este su concepto, pues el poder concebir un perfecto significaría la posibilidad del surgir de otro, símil del primero, lo que induce al primero a su pérdida de carácter perfecto, ya que desde su raíz debiese ser inigualable e insuperable. Así, lo “perfecto”, dentro de la misma existencia, no puede darse, es decir que lo perfecto no existe en tanto su existencia es inconcebible por las razones previamente presentadas.
Siendo este el caso ¿Cómo es que se puede idear respecto a algo que no existe? Que algo no exista no le hace vacío. Es decir, si bien lo “perfecto” no existe, no deja de ser.
Lo que “es” posee un valor y significado intrínsecos de los cuales lo perfecto evidentemente no carece, ya que se puede idear respecto a él como valor con un significado, desentrañado previamente, pero cuya naturaleza no se conoce con claridad debido a que comparte su rasgo de cosa o idea que “es” con otros conceptos controversiales como dios, las ideas o las mismas cosas en cuanto cosas.
Si buscamos el significado de “perfecto”, se nos arroja que corresponde a ello que posee el grado máximo de alguna cualidad o defecto determinado. En base a esto se puede saber que aquello que es perfecto no está sujeto a la moral, porque independientemente de si se le considera bueno o malo, solo responde al mayor grado adquirible por alguna cosa que presente dicha cualidad o defecto, o mejor dicho característica, puesto que el que aquel carácter se relacione con una cualidad o defecto responde solo a una predeterminación por el contexto cultural en el que se piense dicho carácter reconocible. De esta manera, lo que se pueda reconocer como perfecto debiese de serlo de tal manera que los diversos factores que alteren la percepción subjetiva de los sujetos no se constituyan como impedimentos para que sea reconocido como el absoluto, puesto que nada le trasciende y, siendo éste un máximo, no puede ser diezmado ni perturbado de manera alguna.
Lo “perfecto” o la perfección, de esta manera, se conjeturan como conceptos ideados con tal de dar a entender el ideal o el óptimo de lo que sea objeto de evaluación, es decir, es un concepto ideado con el fin de dar a entender la posibilidad de una mejora respecto al estado actual de algo, siendo esto a su vez una contradicción, puesto que cumple su fin como palabra o adjetivo mientras que como concepto mismo es solo una utopía inalcanzable que expresa aquello que no se puede lograr más que como idea.
Con esto en mente es posible concluir que lo perfecto es aquello indefinido que se define como el potencial máximo que teóricamente da lugar a su estado definitivo, el cual no da cabida a ninguna clase de mejoramiento. Es insuperable en su naturaleza, sin embargo no pasa más allá de un ideal que en la práctica no se puede conseguir, dado que esto va en contra de su propia definición. Así, este mismo es un concepto que representa lo irrealizable y funciona como arquetipo, aunque en una forma que le priva de su verdadero valor intrínseco, siendo aquel típico sueño trágico que nunca se podrá alcanzar.
Marcelo A. Carrasco D.
Febrero de 2020, S. Vicente Tagua Tagua – Chile